sábado, 15 de mayo de 2010

El tiempo.


Cuando la libertad se ausenta de nuestra vida ya sea por una injusticia o por méritos propios se abre una herida profunda y dolorosa en el corazón de las personas. Los sentimientos fluyen recordando en todo momento lo querido, la soledad se une a nuestra vida como si de una hermana inseparable se tratase, las lágrimas resbalan por las mejillas buscando en el suelo de la celda un porqué y no lo encuentran. El quizás queda lejos, el ahora vive en nuestro día a día, hora tras hora, minuto a minuto.
La libertad llegará a nuestra vida no sin antes cobrarse sus momentos amargos. Los Barrotes y el frio ruido producido por las puertas de hierro marcan el tiempo de nuestro reloj. El tiempo no pasa, se hace pesado. La melancolía desprende un sonido a la hora de los paseos, el patio se llena de tristes aventuras de presos.
Los muros altivos flanquean los horizontes donde de vez en cuando grazna un cuervo sin saber quién le da de comer, así se refleja tu cara; cárcel; conviviendo con los pasados, tristes presentes, e inciertos futuros.
Llega el día, atrás queda el murmullo del sufrimiento, dando lugar a los primeros pasos hacia “La Libertad” aquella que un día se alejó de mi vida. ¡Sí!. Por fin, el aire, la luz. De pronto, se apodera de mi interior un cosquilleo, las ganas de vivir han vuelto. ¿Dónde estabas tú libertad? Quizás presa en algún lugar de mi destino, forjado por engañosos excesos tras un triste disfraz que escondían los engaños.
MITO

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  © by Manuel VP 2010

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