jueves, 29 de abril de 2010

Algo que contar.

Me encuentro interno en el Centro Penitenciario de Teixeiro, desde el 29/10/2008, por delitos relacionados directamente con la dependencia que sufría a las drogas duras.
Tengo 45 años y mi dependencia a estas sustancias, en particular a la heroína y cocaína, fue una prioridad cotidiana durante más de 25 años. Empecé con la secuencia más común, un gran elenco de poli-toxicomanías que ha catapultado a miles de personas a una dependencia brutal, insidiosa, acaparadora y destructiva que ninguna otras sustancias son capaces de conseguir en tan poco tiempo. Todo empezó como un ejercicio de imitación, con 13 años fumaba cigarrillos, bebía cervezas y algunos licores, pero mi hermano y sus amigos, más mayores que yo, ya iban más lejos, fumaban cannabis y parecía que iban más allá en todos los niveles. Yo lo probé y por repetición me iban gustando algunas anfetaminas, algunos ácidos, para culminar en un interés excesivo, y como consecuencia a los 18 años ya me he visto con una aguja clavada en mis venas con una dosis de heroína que en un primer momento me hizo vomitar y pensar en que me iba a morir, pero inmediatamente me sacudió una extraña y curiosa sensación placentera, un hormigueo caliente y sutil que inundaba cada rincón de mi ser. ERA COMO VOLAR.

Después vino la cocaína, que combinada con la heroína a lo largo de mis años han tenido una trascendencia demoledora en mi vida, he pasado de usar las drogas como un complemento de independencia y libertad a la realidad de su esclavitud. ACABABA DE CRUZAR A LA ORILLA DE LA DEPENDENCIA. Esa orilla donde te vuelves insensible, donde solo te duele tu dolor, donde vives envuelto en el egoísmo, tramposo, malvado y finalmente peligroso. Con 40 años tenía tan doblegada la voluntad que nada ni nadie parecía poder librarme de la adicción que controlaba mi vida de forma absoluta. Ya había quemado todas las naves y no quedaba a nadie a quien defraudar. AHORA EL DEFRAUDADO ERA YO.
Con el nacimiento de mi única hija, llegó la clave, que junto con una endocarditis me tuvo postrado más de un mes en un hospital y con la muerte merodeando por la habitación y ha sido donde me di cuenta que la vida era algo más que una maldita dosis de droga en mis venas.
Esta es la cuarta vez que acabo con mis huesos en prisión, y en todas las ocasiones, excepto la última, supuso un parón de estar vivo o muerto.
Hoy ha sido un día especial para mi en la UTE del centro, llevo en ella cinco meses y es un lugar donde cerca de 80 personas siguen un programa terapéutico y educativo donde tutores e internos se empeñan con tesón y ganas en hacer de la normalidad diaria algo extraordinario y no al contrario, donde personas vacías, frustradas, enfermas, olvidadas y en muchos casos desahuciadas, se afanan en compromisos e ideales que una vez cumplida su condenas sean capaces de orientar su vida. Hoy, como había dicho, es un día muy especial por que junto con otro compañero de la UTE y dos profesores hemos ido a un instituto de Pastoriza, ( A Coruña), para contarle a los chicos de entre once y catorce años, nuestra experiencia como adictos a las drogas. He sido el sexto y el último de los ponentes. Los dos primeros fueron dos agentes de salud de ACLAD, donde básicamente advertían de los efectos devastadores en el organismo de las sustancias estupefacientes. A continuación dos agentes de la Guardia Civil, hacían hincapié en las consecuencias penales que traen aparejados la tenencia y distribución de estas sustancias, luego sería José mi compañero y yo, quienes expusimos a pinceladas lo que ha sido nuestra vida de toxicómanos, un testimonio real, emotivo, dramático y centrado en las consecuencias finales del uso y abuso de estas sustancias. Unas consecuencias que se pueden repetir en cualquier persona, de cualquier capa social,
Tengo que felicitar a la dirección del mencionado instituto por la medida didáctica inteligente y esclarecedora de realizar estas jornadas.
Para mi, en particular, fue liberador, emocionante el sentirme por seis horas un poco más libre y con la certeza de hacer lo que debía y esperanzado de saber que las nuevas generaciones tienen información privilegiada para poder decidir con libertad que camino tomar, pero también de responsabilidad de no cometer nuestros errores.
Casa­-Nova. C.

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  © by Manuel VP 2010

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