martes, 6 de julio de 2010

Tocando el cielo

Me despierto por la mañana, pero no como todos los días, algo en mi interior me tenía sobresaltado, muy similar a cuando me daban el resultado de las notas al final de cada curso, en mi interior parecía haber un grupo de mariposas revoloteando, todo era debido a que después de año y medio de estar privado de libertad, tenía la gran oportunidad de volver a disfrutar de la libertad, en su justa medida. Nada menos que una salida terapéutica programada.
Tenía varias incógnitas a plantear:
-¿Cuál sería mi reacción después de tanto tiempo sin haber pisado la calle?
-¿Estaría muy presionado por los tutores que nos acompañarían?
-¿Valoraría en su medida la oportunidad que se me estaba planteando?
En realidad, todas estas dudas se disiparon en cuanto pisamos la calle, en el preciso momento de empezar a caminar.
Recién salimos del Centro Penitenciario, lo primero que se me hizo familiar fue el asfalto, una carretera, simplemente era eso, una carretera; luego llegando al núcleo urbano, las casas con todos los animales, el ladrido de un perro, un pequeño caballo, parecía increíble pero cierto, estaba otra vez en la realidad, parecía haber terminado mi pesadilla. El olor del campo, las flores, el canto de un pequeño petirrojo, era música celestial para mis oídos. Todo eso pasó desapercibido en cuanto nos pusimos a caminar en serio, un grupo de internos acompañados de sus tutores y todo un día por delante, que había que aprovechar al máximo, saborearlo, disfrutarlo, pues no sabía cuando sería la próxima salida. D. Luís era quien dirigía la expedición, era una ruta nueva, a descubrir, por lo tanto cualquier fallo en la dirección a tomar, sería desastroso. Pero D. Luís lo tenía todo calculado al milímetro, bueno, no todo, por que nos pasamos al principio un cruce y tuvimos que retroceder; pero a partir de ese punto, todo fue a la perfección. Cuando me refiero a la perfección, me refiero a que todos nos comportamos como verdaderos aventureros, educados, amables y con muchas ganas de descubrir el propósito de nuestra salida.
En cuanto dejamos las pistas asfaltadas, llegó lo más difícil, tramos de tierra y caminos forestales. Todos mis compañeros me habían prevenido de que al estar tanto tiempo en prisión, y pisar siempre sobre llano, me iba a costar un poco, pero no sé si fue por las ganas o por la adrenalina que me estaba produciendo la salida que no me fue difícil afrontar las pendientes, al contrario, me traía muchos recuerdos de cuando hacía senderismo y escalada por tierras del Caurel y Ancares.


Hubo momentos de tensión, en varias ocasiones tomábamos el camino equivocado, y eso creaba confusión, pero siempre estaba D. Luís que lo tenía todo previsto con anterioridad, y eso calmaba la tensión. Llegamos a pasar por un lugar indescriptible, imaginaros un túnel de hojas verdes de carballos, dónde la luz del sol Peleaba por pasar entre la hojarasca y emitía destellos luminosos entre ella, era de fábula. La vuelta como siempre se hizo mucho más corta que la ida, pero todos éramos conscientes de quienes éramos y de dónde veníamos, siempre resignados a volver al sitio de partida.
La excursión estaba perfectamente organizada, nuestros bocatas, nuestras botellas de agua, nuestra ropa adecuada, y sobre todo algo imprescindible en este tipo de excursiones, muchas ganas de hacerlo, y hacerlo bien. Cuando ya llevábamos un buen rato andado, unos ocho kilómetros, pasó algo indescriptible, nos encontramos con unas rocas que formaban unos dibujos perfectamente delineados, como para pensar que estaban hechos por la mano del hombre, entonces ahí empezó a trabajar nuestra imaginación. D. Luís decía que estaba hecho por la mano del hombre pero D. Eugenio dudaba de su sinceridad y afirmaba que estaba hecho por el laborioso trabajo del agua a lo largo del tiempo. La verdad es que nos desmoronó nuestra aventura, yo creía que eran Petroglifos hechos por nuestros antepasados; bueno al final nos hicimos unas fotos y decidimos preguntar en el pueblo, haber si alguien nos lo podía aclarar.
Seguimos nuestra ruta programada, como es menester en estos casos, mi compañero de grupo y yo, cogimos unos bastones para poder ayudarnos en nuestro camino, y cuando digo bastones me estoy refiriendo a unos palos de pino, torcidos y demacrados por el paso del tiempo, pero nos prestaron la ayuda solicitada. La primera para reponer fuerzas fue muy apasionante, no por el hecho de reponer fuerzas a base de bocatas de jamón y queso, sino por la historia que nos relató D. Luís sobre la ruta que estábamos haciendo y cuyo nombre, un tanto místico era el de la ruta de “A Cova da Serpe”, la cueva de la serpiente en castellano. Cuenta dicha leyenda que hay una cueva en estos montes que antaño los lugareños contaban que había una serpiente de tales dimensiones que era capaz de comerse una vaca, pero también que se dedicaba a cuidar de una Princesita, bueno son leyendas a las que luego nosotros daremos rienda suelta según nuestra forma de interpretarlas. En este caso fue una conversación muy agradable y parecíamos colegiales atendiendo a un cuento a primera hora de la mañana para que pudiésemos dar rienda suelta a nuestra imaginación.
Una vez terminada nuestra primera parada para repostar energías, como es de lógica en estos casos, recogimos todo cuanto desperdicio habíamos generado y nos lo llevamos a cuestas para luego reciclarlo en el primer contenedor que nos encontrásemos.
No hacía mucho calor, pero tampoco mucho frío era un día de esos en que la temperatura era muy agradable, llegamos a un pequeño puente por el que pasaba un pequeño riachuelo de no más de 30 centímetros de profundidad y en menos de lo esperado, algunos de los compañeros, animados por la ocasión, decidieron darse un baño, lo cual no era factible dada la profundidad y el acceso al riachuelo, entonces decidimos que al llegar a Guitiriz, lo primero sería ir a darnos un baño al río.
Antes de llegar a la urbe, los tutores cumplieron la promesa y caminando caminando, llegamos a un paraje de fábula, al estar llegando oíamos desde la distancia una cascada, y la imaginación empezó a trabajar otra vez, pero en esta ocasión no estábamos equivocados, era un sitio realmente de ensueño, unos molinos de agua, una cascada de agua, castaños y Carballo dadote sombra, una piscina natural en el propio río, que más se podía pedir, nos sentamos a la sombra de un Carballo, nos sacamos las botas para darles un respiro a los pies y los que quisieran, que eran los menos
Al llegar a Guitiriz, las sensaciones volvieron a florecer, gente paseando por la calle, olor a sardinas asadas que despedía una casa de comidas, la iglesia del pueblo, creo que me quedé unos dos minutos sin dejar de observarla, era realmente increíble, el rosetón de la entrada, las vidrieras de colores, pero en estas ocasiones el tiempo es oro, teníamos unas mesas reservadas en Casa Pepa, y no había que hacer esperar, aún más cuando a esas horas el hambre hacía mella en nuestros estómagos. No nos costó mucho trabajo encontrar el restaurante, dado que Jaime conocía perfectamente la ubicación, así llegamos, nos acomodamos y comimos lo que quisimos.
La vuelta, se dice, que siempre es más corta, y en realidad fue lo que pasó, cuando nos quisimos dar cuenta estábamos en el Centro Penitenciario, no sin antes parar a tomar unos refrescos en el bar del pueblo de Paradela.
Os preguntaréis por qué encabezo el comentario con el título de “Tocando el Cielo” Pues muy sencillo, hubo un momento en que habíamos subido al punto más alto del monte, a la “cumbre” y en ese preciso momento me dio la impresión de estar tocando el cielo, tanto por la poca distancia que me separaba de él, como por el hermoso día que nos estaba acompañando.
Juan C.



Seguir leyendo...

  © by Manuel VP 2010

Volver ARRIBA